La encina, (Quercus ilex) también conocida como carrasca, chaparra o chaparro, es un árbol de talla media o baja, que puede alcanzar de 16 a 25 metros de altura.
Cuando es joven es de copa ovalada y después se va ensanchando hasta quedar finalmente con forma redondeado-aplastada.
Es un árbol perenne y sus hojas permanecen en el árbol entre dos y cuatro años. Son de color verde oscuro por el haz, y más claro y tomentosas por el envés.
Están provistas de fuertes espinas en su contorno cuando la planta es joven y en las ramas más bajas cuando es adulta.
La corteza es lisa y de color verde grisáceo en los tallos; se va oscureciendo a medida que crecen y, alrededor de los 15 o 20 años,
se agrieta en todas direcciones, quedando un tronco muy oscuro, prácticamente negro.
Sus flores toman un color amarillento, luego anaranjado y, al final, a la madurez, pardo.
Aparecen por toda la copa, aunque preferentemente en la parte inferior. La floración se produce entre los meses de marzo a mayo.
Su fruto es la bellota, de color marrón oscuro cuando maduran y sirven de alimento para muchos animales, entre otros, los cerdos.
Su madera es muy dura y difícil de trabajar, por lo que se emplea para fabricar piezas que tengan que soportar gran rozamiento,
como carros, arados, parquets, herramientas, etc., así como en pequeñas obras hidráulicas y en la construcción, para pilares o vigas.
La leña de encina es excelente para hacer carbón vegetal y la corteza es muy apreciada para curtir el cuero.
CURIOSIDADES
“Tocar madera” es una superstición muy antigua de origen celta. Consideraban que la encina era el árbol donde vivían los dioses,
los bosques eran sus templos y la encina el altar principal al que rodeaban los druidas.
Por ello, tocar su madera alejaba las enfermedades y atraía su protección.
En Euskal Herria, ha sido muy habitual plantarlo junto a los caseríos para darles protección.
Y es común encontrar referencias a la encina en nuestra toponimia y en nuestros antropónimos: Artadi, Artea, Arteaga, Artabe…
